Parador de Vilalba
Parador Casa da Ínsua
Parador de Carmona
A media hora de Sevilla, sobre las ruinas de un impresionante alcázar árabe del siglo XIV, se alza el Parador de Carmona, un palacio de cuidado estilo andalusí que rinde homenaje al pasado de la región.
El edificio corona la ciudad con una excepcional panorámica, disfrutable desde cada rincón del Parador, y sobre todo desde su piscina y terraza. Dentro, los motivos mudéjares protagonizan una exquisita decoración, que crea espacios únicos como el patio interior, el Salón Bermejo, con sus tapices y antigüedades, o el antiguo refectorio, hoy restaurante.
Parador de Benavente
A medio camino entre León y Zamora, dominando un cruce de caminos histórico, se alza sobre los restos de la desaparecida fortaleza de los Pimentel el Parador de Benavente. Conserva íntegra la renacentista Torre del Caracol, que alberga un magnífico artesonado mudéjar y un bar de época.
Su decoración con tapices, lámparas forjadas y materiales artesanos te transportarán a otra época. Además, los Jardines de la Mota que lo rodean y sus espectaculares vistas sobre los valles del Tera y del Órbigo lo convierten en un lugar de descanso ideal, con rincones perfectos para relajarte, como su piscina y terrazas únicas.
Parador de Ayamonte
Parador de Ávila
Parador de Arcos de la Frontera
Situado sobre el tajo del río Guadalete, el Parador de Arcos de la Frontera, antigua Casa del Corregidor, posee una impresionante panorámica de la sierra de Cádiz y del casco antiguo del pueblo.
El Parador se encuentra en un lugar privilegiado dentro de la localidad: junto a la Plaza del Cabildo y el Convento de las Mercedarias. En el interior, te enamorarán las vistas de sus habitaciones y su precioso patio andaluz, decorado con los enrejados y azulejería tradicionales. Además, es un punto de partida ideal para las Rutas del Vino y de los Pueblos Blancos de Cádiz.
Parador de Antequera
Parador de Almagro
Ubicado en un entorno histórico-artístico excepcional, el Parador de Almagro ocupa el antiguo Convento de Santa Catalina, que data del siglo XVII y fue el primer convento franciscano de la ciudad.
Rematado con hermosos alicatados de traza mudéjar, este monasterio permite a los viajeros disfrutar cuatro siglos después de su alojamiento único. En él, te sorprenderán sus 14 patios interiores, sus galerías y pasillos de características vigas azules, además de los tradicionales azulejos con decoración geométrica.