Monforte de Lemos: La huella del poder espiritual y condal
11 de Agosto 2023
Texto
María José Rodríguez Pérez
Fotos
M.J. Rodríguez

El monte de San Vicente del Pino en Monforte de Lemos ha sido, desde tiempo ancestral, lugar estratégico para la representación del poder y la defensa del territorio. En su cima, sobre los restos del antiguo asentamiento romano, se erigió un monasterio benedictino, la fortaleza y el palacio de los condes de Lemos; un conjunto monumental que pone de manifiesto la antigua convivencia de los distintos poderes.

Según la tradición, cuando llegaron los monjes a Monforte en el siglo X, no se conservaba más que vestigios romanos y una ermita construida a comienzos de la reconquista. Ésta se reedificó como iglesia del monasterio benedictino y, en recuerdo del pino que se alzaba ante su puerta, se denominó «San Vicente del Pino». La primitiva construcción cenobítica fue destruida en un incendio, reconstruyéndose entre los siglos XVII y XIX.

Los monjes cedieron parte de sus tierras para la repoblación y, en compensación, los reyes castellano-leoneses les otorgaron importantes privilegios jurisdiccionales, al margen del obispado y Cabildo de Lugo —lo que acarreó notables conflictos—. 
En el siglo XII, la creación del señorío sobre las tierras de Sarria y Lemos supuso la incorporación del poder civil en Monforte. Fue entonces cuando el primitivo burgo surgido en torno al monasterio, en los terrenos cedidos por los religiosos, era refundado como villa amurallada con una fortaleza señorial, situada contigua al cenobio. Los señores del castillo, convertidos en condes de Lemos en el siglo XIV, construyeron junto al monasterio una edificación más cómoda que el castillo. Este palacio medieval se incendió y reedificó sucesivamente, en los siglos XVI y XVIII.

El tiempo de esplendor sucumbió con la liquidación del sistema medieval de organización administrativa y fiscal del territorio, que conllevó el abandono de los castillos. En paralelo, la vida monástica desapareció con las desamortizaciones decimonónicas, siendo entonces reutilizado para uso asistencial hasta 1919. La comunidad benedictina de Samos recuperó el inmueble en 1922, realizó obras y retomó la vida monástica. Pero a finales de los años noventa, los tres monjes residentes se vieron nuevamente exclaustrados, a raíz del convenio de colaboración entre la Casa de Alba, titular por herencia del palacio y castillo condales, y las autoridades estatal y autonómica, con la pretensión de la reutilización del conjunto monumental para uso turístico. El antiguo cenobio y el palacio condales se adaptaban al uso hostelero en una obra que fue respaldada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, inaugurándose el 21 de julio de 2003.